Polémico

Javier de Taboada
 
Hace un par de años la UCSUR convocó a un concurso de cuento para escritores nuevos e inéditos, cuyo único premio era la publicación de los mejores trabajos en un volumen. Sorprendentemente o no, tuvo gran acogida y se organizó una jornada de lecturas para presentar a los nuevos talentos. Uno de los más jóvenes, al avistar a uno de los escasos periodistas que se animaron a cubrir el evento, después de asegurarse de aparecer en la foto, le dijo al reportero: “Pon que soy polémico”.
 
Según la Real Academia, polémica, sinónimo de controversia, es la “discusión de opiniones contrapuestas entre dos o más personas.” Pero el uso del lenguaje, que siempre va más allá de las secas definiciones, tiñe a esta palabra (coherente o irónicamente) de dos sentidos contrapuestos: uno negativo y otro positivo. En sentido negativo, decir, por ejemplo, que la propuesta de Humala de bajar el precio del gas a 12 soles por balón es ‘polémica’ (se suele agregar: “por decir lo menos”) es una manera de desautorizarla sin dignarse a discutir los detalles del asunto, de echarle una sombra de duda garantizada únicamente por el adjetivo. Decir que algo es ‘discutible’ o ‘cuestionable’ (adjetivos eximidos de cualquier relumbre positivo) no indica, literalmente, otra cosa que la posibilidad o necesidad de someterlo a discusión, pero la connotación es por supuesto muy distinta. En política, en administración, en crítica literaria o en ciencias sociales, calificar una hipótesis de ‘polémica’ equivale a tacharla de francamente mala o equivocada, pero reconociéndole, al mismo tiempo, un costado innovador, novedoso u original. Novedosa, pero falta de rigor; atractiva, pero poco seria. ¿Bajar el gas a 12 soles? Qué buena idea, pero ¿cómo se va a hacer?
 
Si nos trasladamos al imperio del espectáculo o al inframundo de la creación artística, ser ‘polémico’ se vuelve deseable, una especie de medalla que muchos intentan ganar. Así: “la polémica cantante Lady Gaga (o Madonna)”, “el polémico narrador arequipeño César Gutiérrez”, “el polémico conductor de televisión Jaime Bayly.” ¿Por qué la inversión de sentido? Obvio: porque en estos terrenos la innovación y la originalidad son un valor en sí mismas, y poco importan el rigor y la sensatez. ¿Quién quiere ser, a la hora de la hora, el “erudito poeta”, el “impecable guitarrista” o el “riguroso comentarista”? No, esto cuesta demasiado trabajo y brinda escasos réditos. Mejor cortejar el escándalo, atreverse a decir descaradamente lo que los demás piensan pero callan, violar alguno de los muchos tabúes sociales y aparecer en primera plana, o por lo menos, en una foto individual y con leyenda. Pon que soy polémico. Ya habrá tiempo para insultar a los poetas de la generación anterior, para deambular borracho por los bares buscando pelea, para escribir loas a la pedofilia e invocaciones satánicas, para inventar, en fin, cueste lo que cueste, alguna polémica. Tan difícil no puede ser.

Acerca de jdetaboada

Arequipeño. Sanmarquino. Doctor en Literatura en Harvard University. Especialista en cine latinoamericano. Profesor en UPC e Investigador en Casa de la Literatura Peruana. Miembro fundador de AIBAL. Email: jdetaboada@yahoo.com.ar
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Una respuesta a Polémico

  1. Francisco dijo:

    Gran pluma y bien pensado todo. La polémica (la inútil, claro) inunda todo: el espectáculo, el arte, el deporte. Como negocio monetario es bueno: se paga con la dignidad, eso que no es tangible. Aunque yo he visto gente que no tiene dignidad pagando con ella. ¿Cómo lo hacen? Quizás es como el juego de «Monopoly»: mundos que no existen comprados con dinero que no existe (materia para otra reflexión, sin duda). ‘Se ha visto a muertos cargando adobes’, decía mi abuelo.

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